EL PEOR ENEMIGO DE LAS MUJERES

Cuando las mujeres insultamos a otras, nos estamos perjudicando a nosotras mismas.


En la planta baja de mi edificio hay uno de esos bares que están abiertos desde las 5 de la mañana. Los fines de semana son muchas las personas que deciden desayunar tras una noche de marcha -o tomarse la última copa- en esa cafetería desangelada, atendida por camareros uniformados y asqueados de su suerte.

Hoy me han despertado a las 7 de la mañana los gritos de una mujer en plena calle. Aunque no soy nada curiosa para la intimidad del prójimo, decidí asomarme a la ventana por si alguien necesitaba ayuda. Se trataba de una joven rubia que estaba al lado de un coche con las puertas abiertas, acompañada de cuatro personas de su edad.

Por lo que pude entender, la chica rubia pretendía arrancarle el corazón a la otra por haberse acostado con su novio. El chaval motivo de la pelea estaba callado y apartado, al igual que su amigo.

Hasta ahí todo humanamente comprensible, ya que la pobre era el producto de un coctel molotov de celos y alcohol (eso como mínimo). Lo que me pareció patético fue el modo en el que nuestra desquiciada amiga insultaba a la otra: que si era una… que si se liaba con todos, que había “calentado” a su novio hasta que éste cedió…

En cambio, ella era diferente, una chica decente. En toda su vida sólo había estado con dos chicos…

Sentí una mezcla de vergüenza ajena, rabia y pena que casi me hacen intervenir en el espectáculo desde la ventana. Si lo hubiese hecho –menos mal que yo no había bebido-, le hubiese preguntado a la muchacha de qué museo o época del pasado se había escapado.

Por desgracia de ninguna…


Esta es la época de la liberación de la mujer en todos los campos, en la que el colectivo femenino hemos conseguido alcanzar metas y sueños que nunca se hubiesen atrevido a soñar nuestras abuelas. Queda mucho camino, hay muchos prejuicios y obstáculos que todavía impiden a las mujeres alcanzar la plena igualdad. Y una de las mayores trabas –si no la más grande- somos nosotras mismas.

Sí, algunas mujeres son las peores enemigas de las mujeres, como a menudo dicen los hombres (y que siempre les discuto). ¿Acaso nuestra “amiga” –que a estas horas dormirá la moña tan a gusto- insultó públicamente a su novio? Y en el caso de hacerlo… ¿Hubiese empleado palabras que le dejasen como un vendedor de sexo, un promiscuo, o una arpía manipuladora? No, viendo el perfil, creo que simplemente le hubiese acusado de ingenuo por dejarse “engatusar” por “una cualquiera”. Animalito inocente…

Su odio no fue hacia el hombre que la había engañado -que al fin y al cabo era el que la había herido-, sino que arremetió contra la mujer. Si los dos tenían ganas de liarse… ¿por qué tenía que reprimirse ella y no él? Después de todo su novio es el que tenía un compromiso con ella.


Pero nuestra desquiciada protagonista no es la culpable de su comportamiento, aunque eso para nada la justifica. Esta sociedad, y sobre todo la educación familiar, inculcan ese tipo de pensamientos machistas y de desprecio hacia la libertad sexual femenina.

Pero si nuestra protagonsita no pone remedio y cambia sus patrones mentales, le enseñara lo mismo a sus hijos… Y así se creará otra generación de mujeres incapaces de disfrutar plenamente de la vida y del sexo, siempre pendientes del qué dirán, que verán a las otras mujeres como enemigas, que justificarán la infidelidad masculina… Mujeres, que al fin y al cabo, frenarán la felicidad y autoestima propia y de las demás féminas.

Una pena, una auténtica pena…

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